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21 Marzo 2008

La Mona de Pascua

¡Ya es primavera!

Nuestros recién adelantados relojes dejan atrás al invierno y muchos de nosotros aún tenemos en la boca el sabor del chocolate que, año tras año por estas fechas, en forma de Mona, huevo o conejito, hace las delicias de pequeños y mayores.

Los orígenes paganos.
Son muchas las culturas que, a través de la historia, han celebrado el equinoccio de primavera como un tiempo de renovación, con fiestas en honor de las diosas de la fertilidad como Eastre (Sajonia),Afrodita (Chipre), Astarte (Fenicia), Remeter (Micenas), Hathor (Egipto), Ishtar (Asiria)… mucho antes de la llegada del cristianismo.
Los conejos eran el símbolo más potente de la fecundidad y al huevo, el principio de la vida, se le atribuían poderes mágicos. Los hindúes sostenían que el mundo había nacido de un huevo y en la mitología egipcia era especialmente importante, ya que el Ave Fénix se quemó en su nido y volvió a renacer más tarde a partir del huevo que lo había creado en un principio. Las culturas pérsicas y celtas celebraban también desde tiempos remotos el equinoccio de primavera regalando huevos pintados en señal de amistad.
Durante la Edad Media era habitual colorear y decorar los huevos con colores luminosos y fuertes que representaban la luz del sol de primavera. Se bañaban en cera líquida como capa protectora y método de conservación. Esta práctica derivó en su ornamentación utilizando colorantes naturales: hojas de espinaca y pétalos de anémonas para obtener el verde, el brote velludo de la aulaga para el amarillo, el palo campeche para el morado intenso, y los jugos de las cochinillas para el escarlata (1).
El Papa Julio III prohibió en el siglo XVI el consumo de huevos durante la Cuaresma y, como contrapartida, fomentó el consumo del preciado producto en el Domingo de Pascua, dando lugar a una fiesta en la que el huevo pasó a ser el signo del renacer de Cristo: la Resurrección.

La mona.
La mona de Pascua, tan tradicional en Cataluña, Valencia y Murcia, es la presentación de los clásicos huevos de Pascua, de chocolate o de caramelo, con un pastel como base, o bien sobre una construcción de chocolate.
Etimológicamente, mona derivaría de Munna término árabe que significa «provisión de la boca», regalo que los moriscos hacían a sus señores.
Resulta curioso comprobar que en el diccionario Gazophylacivum Catalano-Latinum. de Joan Lacavallería, publicado en Barcelona en el año 1696, mona tiene una definición puramente zoológica, pero el Diccionario de la lengua castellana, de la Real Academia, ofrece en su edición del año 1783 la siguiente definición: “Valencia y Murcia. La torta o rosca que se cuece en el horno con huevos puestos en ella con cáscara por Pascua de Flores, que en otras partes llaman hornazo”(1).
Y es que en principio era un pastel elaborado con masa de pan enriquecída con huevos, aceite y hierbas, con forma de rosca, de muñeco o de animal (cordero, gallina, pez, culebra…) que las mujeres, en el siglo XVI, elaboraban tras la cuaresma, situando en el centro un huevo duro con dos tiras de masa de pan en cruz para evitar que saltara durante la cocción.
La primera referencia escrita de la mona es del S XV cuando Rois de Corella compuso el Cantic en lloar de la Mare de Deu, en el que decía:
Dejunes contra el satanás que us mina, ara pasta, amb Déu la dolça mona.
En el siglo XVIII, era ya el obsequio clásico del padrino a sus ahijados, y el número de huevos correspondía a los años de edad de los niños hasta llegar a los doce. En ese momento, tal vez como punto final de este obsequio, el número de huevos se elevaba a trece. La tarta que los acompañaba era una confección sencilla de repostería, conocida como coca de Pascua, y podía revestir diversas formas de animales o de objetos, como ocurría en Francia con los pains d'épice.
Era también costumbre que el niño agasajado aprovechara la ocasión para recitar ante el padrino un verso laboriosamente aprendido: la “décima”.
A mediados del siglo XIX, las monas pierden su sencillez inicial y su presentación se hace más complicada, enriqueciéndose con unos adornos de azúcar caramelizado, almendras azucaradas, confituras, guirlache, anises plateados y, desde luego, los huevos de Pascua pintados, todo ello coronado por figuras de porcelana, madera, cartón o tela. A finales del S XIX empezaron a hacerse huevos de chocolate con moldes traídos de Francia. De ahí pasó a elaborarse todo el pastel de chocolate, por sus grandes posibilidades para realizar las más variadas figuras.
Así, a principios del S XX, la tradición rural de la monas se había convertido en una tradición urbana.
En otras Autonomías españolas se encuentran tradiciones similares, como los hornazos dulces o salados (2) (3) castellanos o andaluces o  “el bollu”, en el Principado de Asturias, donde los padrinos regalan a sus ahijados una rosca de hojaldre rellena y adornada con yema de huevo, aunque los artesanos, no ajenos a los nuevos gustos, han ido introduciendo tartas con figuras y huevos de chocolate.
La tradición se ha mantenido hasta nuestros días y hoy se ha convertido en una muestra de las dotes artísticas de los pasteleros que elaboran verdaderas obras de arte de chocolate, la mayoría con motivos infantiles, algún personaje de cómic o cuento que esta de moda en ese momento.
Huevos, caracoles, peces, pollitos, conejos, casitas, enanitos…
Un regreso a la infancia para todos, la renovación equinoccial al menos en el espíritu.

Dra. Laura Gosalbo
Marzo 2008


(1) “Las cosas nuestras de cada día",
Charles Panati
En esta época se elaboraron a mano los huevos más valiosos: los del gran orfebre Peter Carl Fabergé, que fueron encargados por el zar Alejandro III de Rusia como obsequios para su esposa, la zarina María Feodorovna. El primer huevo de Fabergé, presentado en 1886, media seis centímetros de longitud y tenía un exterior engañosamente simple, pero dentro de la cáscara de.esmalte blanco había una yema de oro que, una vez abierta, revelaba una gallina también de oro cuyos ojos eran rubíes. La gallina podía abrirse a su vez levantándole el pico, y con ello quedaba al descubierto una diminuta reproducción en brillantes de la corona imperial. Un rubí todavía más pequeño colgaba de esta corona. Cuarenta y tres de los cincuenta y tres huevos que supuestamente produjo este artista se encuentran hoy en día en museos o forman parte de colecciones privadas.

(2) http://www.hornazodesalamanca.org/
(3) Además de los hornazos de Salamanca y Avila en Castilla-León, son conocidas las monas saladas de Castellón y Teruel, también a la manera de empanadas de carne (lomo de cerdo y longaniza típicamente conservados en aceite desde las matanza) y huevo duro.
Hornazo de Córdoba (dulce) en las localidades de Fernán Nuñez, Priego, Villanueva del Duque, etc. y en general en casi toda Andalucía (Granada, Olvera de Cádiz, Úbeda, Torreperogil (Jaén)...
En Castilla-la Mancha, tenemos  por ejemplo el hornazo de Santa Cruz de la Zarza (en Toledo) que es dulce y el Hornazo de Jueves lardero de Albacete que es salado.


Mona de chocolate


Monas tradicionales de formas diversas, cortesía de Yolanda Ruiz.


Mona al estilo de Barcelona


Mona al estilo de Valencia
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