press room

Notes on magazines

19 July 2013

Mortadela de mi vida

Lo confieso: soy una boca inquieta a la que le gusta probar, arriesgarse a descubrir. No es que los platos de siempre me aburran, al contrario. Me gusta la cocina bien hecha y eso abarca tradición y vanguardia. Pero intento tener una visión lo más amplia posible de las formas de entender el comer y el beber, y disfruto experimentando nuevas sensaciones.

Quizás por deformación profesional, siempre me asalta una pregunta: ¿esto qué es? Es más por curiosidad que por desconfianza pero no puedo evitarlo: ¿de qué estará hecho esto? Voy a intentar contagiaros ese hábito de ser críticos y curiosos porque tenemos que saber y ser conscientes de qué, cómo y por qué comemos esto o lo otro.


Hoy en día hacemos la compra dirigidos por las campañas de marketing y no siempre lo más vendido y cotidiano es lo de mayor calidad. Los alimentos populares están muy bien posicionados en un estante de referencia o en nuestra memoria gustativa, así que no solemos cuestionarnos su esencia. No nos plantean dudas. Son como de la familia…

Si os hablo de la mortadela, por ejemplo, me diréis: ¡la de toda la vida! Yo tengo un recuerdo no muy grato, la verdad. La mortadela de la infancia, la de los recreos en el patio del cole. Un recuerdo con el que me he reconciliado, eso sí. Con los años he desubierto su verdadera buena esencia porque se trata de un producto foráneo, bastante denostado y con fama de antigourmet pero que hemos adoptado con cariño.

Leer el post completo en Tinta de Calamar> Back